29 de mayo de 2008

Más de abril de 1983

Para el momento en que se sepultó a Marcial, casi clandestinamente, en la base militar de Xiloá, Tula Alvarenga, su viuda y antigua dirigente sindical, ya estaba bajo "protección" de los sandinistas; sus documentos personales le habían sido retirados. Poco después la enviarían a Cuba, y luego la devolverían a Nicaragua, siempre bajo vigilancia y sin libertad alguna de movimientos. "Por su propia seguridad", le dijeron. Estuvo bajo virtual arresto durante poco más de un año, por un delito que nunca se determinó. Fue liberada por presiones de amigos y políticos casi a finales de 1984, y después se radicó en Costa Rica.
Tomás Borge y Humberto Ortega --hermano de Daniel Ortega, claro-- fueron quienes sostuvieron la reunión después de la cual Marcial supuestamente decidió suicidarse.

Para cuando apareció esta nota, ya Marcelo estaba preso, al igual que varios de sus cómplices, y las autoridades sandinistas sabían todo acerca del asesinato de Ana María. La pregunta era retórica, pero no del modo en que lo interpretaba Barricada, de donde se han sacado la foto y el pedazo de la nota.

27 de mayo de 2008

Música disco e historia

Hace unos días, Aquél Cuyo Nombre Sólo Puede Pensarse (Y Sólo Fugazmante) En El Fondo De Las Cavernas Más Profundas (Aldebarán, pues) me regaló un DVD titulado Get Down Tonight. The Disco Explosion.
Se lo agradecí bastante, pero no entendí muy bien por qué me lo regalaba; él sabe (Porque Lo Sabe Todo, Etc.) que la música disco no es precisamente lo que escucho todos los días. Es más: cuando apareció Saturday Night Fever, y desde antes, dejé de escuchar mis estaciones de radio favoritas, y casi radio, porque la música disco entró como plaga, y me dediqué a escuchar jazz, clásico y, desde luego, rock viejo, mientras más Led Zeppelin, mejor. Cuando en 1977 La Banda decretó que el rock estaba muerto, estuve de acuerdo, así no me gustara La Banda, y compré el álbum triple donde viene de todo --¡hasta Neil Diamond, vamos!--, en especial Muddy Waters con una versión perrísima de "Mannish Boy".
Anoche me puse a ver el DVD, con un poco de desconfianza, y me llevé varias sorpresas. Para empezar, ver a los músicos disco de la época treinta años más viejos, que siempre pega. El DVD abre con K.C. and the Sunshine Band, previsiblemente con "That's the Way", y allí vino la segunda sorpresa: descubrí que K.C. es blanco. En el tercer track descubrí que Norma Jean Wright y Lucy Martin ("Le Freak") son negras. De Ivonne Elliman ya sabía que es hawaiana, por Jescucristo superestrella, y no entendía muy bien qué rayos hacía metida en la música disco con esa voz y esa presencia. (Ahora sé que estaba haciendo lo suyo: cantar y ganarse la vida cantando.)
Allí vino la primera lección: mi rechazo a la música disco fue visceral: el pum-pum-pum-pum, en estrictos cuatro cuartos, me producía ganas de irme a otra parte y poner a Johnny Winter, que en sus estrictos cuatro cuartos hace maravillas. Vaya: la primera vez que traté --y no logré-- ver Saturday Night Fever fue hace un par de años. ¡Qué cosa tan espantosa! Hablo de las actuaciones, el guión, el vestuario, etc., y la música la oí en automático, o sea sabiendo que "eso" no me gustaba. Mi rechazo de hace dos años fue estético, digamos; el de hace treinta fue irracional, y ni siquiera me tomé la molestia de ver quiénes eran los que tocaban, qué tocaban, para quiénes, por qué, etcétera. Y está bien porque tenía 17 años, pero un nerd debería al menos informarse...
La segunda sorpresa fue que, mientras veía el video, me encontré siguiendo el ritmo con los pies, y luego medio bailando en la silla. ¡Bailando con música de K.C.! Ahora mismo tengo puesto el DVD mientras escribo y estoy moviendo los pies al ritmo de pum-pum-pum-pum en estrictos --y hasta demasiado esquemáticos-- cuatro cuartos. ¿Me terminó gustando la música disco? No creo; antes de eso lo último que oí fue a Thelonius Monk, y también moví los pies, y antes de Average White Band --"Cut the Cake" es sensacional--, y lo mismo; y hace unas semanas me agarró por oír todo lo de Deep Purple, y también me dio por el revival de izquierda con Willie Colón y Rubén Blades. (A Rubén Blades sólo lo soporto, y hasta me gusta lo que hace, cuando trae detrás a Willie Colón. Igual a Héctor Lavoe. Igual a Willie Colón, je.)
Cuando iba por Leo Sayer cantando "You Make Me Feel like Dancing" ya estaba en el ambiente de la música disco, y contento. Como se trata de un concierto, hay un montón de gente abajo del escenario, bailando con los pasos "de entonces", que sigo sin entender; pero fue hasta agradable ver a gente que, en el mejor de los casos, anda en los 45 años, y más bien rebasando los cincuenta, divirtiéndose en su rollo. (Por cierto, siempre creí que Leo Sayer era mujer. Ni siquiera sabía el nombre del que cantaba la canción, y si hubiera sabido que era "Leo", hubiera pensado en "Leonora" más que en "Leonard".)
Luego un par que me gustaron y que me gustaban desde siempre, como "Rock the Boat", con The Hues Corporation, de la época en que me la pasaba en las discotecas. (Sí, cristianamente los sábados, de los 14 a los 16 años. Lo que sonaba era el funky, con el que tengo especial afinidad. Los domingos me iba a patinar al Salón Music, que todavía existe, en San Pedro, en Costa Rica. No, no me iba a Costa Rica todos los domingos: vivía allá.) Luego una rola con Frankie Valli ("Oh, What a Night"), que siempre me cayó bien. Llegué a tener buena parte de su discografía, desde la de los años cincuenta hasta cualquier cosa que se le ocurriera sacar; el tipo es un musicazo. Aún tengo cosas suyas, como las de Grease y "Who Loves You", con the Four Seasons.
Y llegó la otra lección.
Al día siguiente de que Aquél Cuyo Etcétera me pasó el disco, estaba platicando con un compañero de La Casa (omito su nombre para que no lo jodan, porque ya ven cómo es "la gente") acerca del caso de Marcial y Ana María (nomás me dé chance el editor voy a poner las pruebas de portadas; hay unas ideas muy buenas) y dijo algo muy sensato, porque tener 21 años no siempre es señal de insensatez: que algo que no se ha entendido es que el asunto de Cayetano Carpio y Mélida Anaya Montes va mucho más allá de las ideologías o de las coyunturas. Me decía que en su universidad habían comentado que era "raro" (sospechoso, pues) que mis artículos se hubieran publicado en El mundo, que es de derecha, y que quizá por eso yo estaba en una campaña contra el FMLN --¿de veras, Hunnapuh, te crees eso que escribiste?--; lo de siempre. Y la respuesta del compañero fue ésa: es historia y va más allá de ideologías. Y cómo no: el país, con "los sucesos de abril", cambió radicalmente. El país es lo que es, y en parte todos somos los que somos, por lo que pasó allí; y lo menos que uno puede querer saber es dónde están sus orígenes. El que no quiera saber, pues que no lea.
Anoche platicaba con Carlos Ábrego acerca del tema también --el compañero de La Casa me consiguió materiales invaluables sobre el asunto, y se los estaba contando--, y me dijo lo mismo: que ya es un asunto de historia, que ni siquiera tiene que ver con campañas electorales o no. Le dije de algo interesantte que ocurre. He comentado que el libro que se publicará en junio es un libro "personal", quizá el más personal que he escrito. La "lectura" que algunos han hecho es que se trata de un libro revanchista, o que allí quiero dejar mal a Sánchez Cerén y dañar el FMLN por mis resentimientos. Lo bonito es darse cuenta de lo que para los que comentan eso significa que algo sea "personal". Carlos conoce la versión anterior del libro, y me decía que esperaba ataques contra Schafik y Sánchez Cerén, incluso contra Ana María, y no los hay.
Y no tiene por qué haberlos: para mí, "personal" significa que es "familiar". Estoy hablando de mi familia. Desde hace años he dicho por acá que me tocó la extraña suerte de criarme en medio de todos ellos, a quienes les tocó hacer una historia de la que fui testigo, y participante muy marginal. Lo de Marcial y Ana María es personal porque eran parte de esa familia, al igual que Schafik y otros más. (Leonel no; uno tiene límites. Y antes de que lean en esa frase algo así como que estoy tomando una posición de animadversión contra él y que por eso me pagan la CIA y la NBA, aclaro que se trata de una broma. Una broma seria, pero broma al fin.) Y de verdad que no es agradable ver cómo la familia se trata de ciertos modos, y a veces la vida familiar de uno tiene que ver incidentalmente con hechos que son eslabones perdidos de la historia.
En los artículos que aparecieron en El mundo viene la información muy grosso modo, digamos algunos de los datos destacables. En el libro, alrededor, está todo lo que tuve que investigar, averiguar, leer, lo que sea, para tratar de entender qué había pasado en la sala de mi casa. Y lo que pasó fue espantoso, a veces ridículo, a veces noble, a veces patético; de todo hay en las familias.
En fin, que Aquél me dio una lección interesante con el DVD que me regaló, y la complementaron dos buenos amigos de edades totalmente diferentes, con formaciones e ideas totalmente diferentes, aunque ambos son santanecos, hay que anotarlo.
En resumen, no es que me guste la música disco mucho más que en 1977; es que ahora puedo verla a la distancia y tiene sus cosas agradables. No se trata de "rock vs. disco", como lo fue --dogmáticamente-- en 1977, sino de expresiones diferentes que, a estas alturas, pueden convivir sin rechazarse. Sigo sin soportar a Gloria Gaynor, sigo prefiriendo Led Zeppelin a casi cualquier cosa del rock, Johnny Winter sigue siendo mi héroe y... bueno... el hip hop y el trance pueden vivir sin mí; quizá dentro de treinta años --si es que entonces quedó alguna piedra-- alguien me regale un DVD o su equivalente que me haga decir: "Mira, tenían su encanto..."
Es historia, pues. Y me he divertido bastante viendo y oyendo cosas que no entendía ni entiendo, pero al menos conozco un poco más. Gracias, Aldebarán.

26 de mayo de 2008

Algunas fotos

A falta de algo sensato que decir, algunas fotos con las que he estrenado un teléfono de ésos que pensaba no tener, es decir: de los que incluso sirven para hablar por teléfono. Bueno, pues éste incluso sirve para hablar por teléfono, y suena bien, pero trae cosa reproductora de mp3, cámara de fotos y video y no sé cuántas cosas, porque la verdad lo uso esencialmente para... con toda la pena del mundo... hablar por teléfonos. Eso sí, pantallita a color, etcétera.
En ésta, simplemente la Vale coloreando cosas en La Casa del Escritor. Llevarle sus libros y cuadernos y sus lápices es el único modo de --con suerte-- mantenerla tranquila.

La Procesión de las Palmas, en Los Planes. Atrás, la iglesia de Fátima. Unos metros más adelante está La Casa del Escritor, en la acera desde la que se tomó la foto.

Una tarde en Metrocentro. Logramos que la Vale se subiera en un carrito de ésos, pero como que no termina de encontrarle el chiste. Se niega sistemáticamente a volver a subirse.

Y estábamos en Metro y apareció de la nada Osvaldo Hernández, a quien teníamos bastante de no ver. (Bueno, yo sí, un rato, en el Ministerio de Educación, donde trabaja.) Nos echamos un café en The Coffee Cup. Sí, me tomé DOS cafés, pero ni cafés eran: frozen de capuchino. No creo que pueda considerarse café, pero estaban ricos.

Nueva compañera en La Casa del Escritor: Ingrid. Es ingeniera en sistemas, pero también hace paracaidismo y tiene varios grados en artes marciales. Nunca había sido tan cauteloso para criticar los poemas de nadie.

Y no sé quién haya tomado esa foto, pero allí está. Estamos trabajando con un poema de Ingrid. No, las anotaciones no las hice yo, sino ella. En La Casa es pecado meterle pluma a los poemas ajenos, salvo casos de verdad excepcionales y después de pedir todos los permisos del mundo, y de preferencia a lápiz.

En fin, ha seguido la racha de trabajo, y voy a continuar en ella unos días más. Trataré de poner aunque sea cosas cortitas; no quiero perder mano.

18 de mayo de 2008

Autopsia de Mélida Anaya Montes

Dejo aquí las fotocopias del informe de la autopsia de Mélida Anaya Montes, comandante Ana María. Con un clic, la imagen aparece en un tamaño más razonable.



Llama la atención que un forense se refiera como "compañera" al cadáver que está examinando. No me desagrada; sólo me llama la atención.

16 de mayo de 2008

Listo el (otro) libro

Pues no, no he posteado desde hace varios días, y ya hace falta. Tengo por allí un par de ideas, apuntes, etcétera, pero no he tenido mucha cabeza para eso.
Entre otros asuntos --por ejemplo el trabajo regular de La Casa--, terminé de darle la última revisión al libro acerca del suicidio de Salvador Cayetano Carpio y el asesinato de Mélida Anaya Montes. La semana pasada había mandado a los editores una versión bastante limpia, pero nunca está de más una última pasada, ésa en la que uno está pensando: "Bueno, lo que estoy leyendo lo va a leer alguien más. ¿Quiero que lo lea exactamente así. como está?" Y salen detalles que uno no había visto antes, y hay que poner palabras aquí, quitar algunas allá, aclarar algo en la redacción, etcétera.
Siempre, al final del libro, hago constar dónde lo escribí y en qué fechas. A veces se publica, a veces no. Es algo que le aprendí a Carpentier; es útil para recordar uno lo que ha hecho, y cuándo, y a alguien habrá que le interese para sacar conclusiones. Al final del libro se lee, entonces:

San Salvador, abril/mayo de 2001.–
Octubre de 2002.– Abril de 2004.–
Noviembre de 2005.– Julio de 2006.–
Mayo de 2008.

Da la impresión de que es un libro que escribí a saltitos y, sí, casi fue de ese modo. Cada vez que lo agarraba ponía cosas nuevas, quitaba algunas, matizaba otras, según los comentarios de amigos, y decía: "Esta sí es la versión buena." Y cada versión ha tenido su encanto.
En 2001, por ejemplo, lo que hice fue un artículo muy largo y una entrevista, y un primer borrador del libro. El año y medio siguiente me pasé buscando documentos, verificando datos, entrevistando gente, etcétera. Para octubre de 2002 tenía un libro grueso: unas 130 cuartillas
de texto y otro tanto de apéndices, donde iban desde la carta de suicidio de Marcial hasta las propuestas de negociación lanzadas desde... uh... creo que 1981 (los primeros contactos después de la ofensiva final de enero de ese año).
Huo una posibilidad de publicación en España, y no me pareció mala idea, pero había varias cosas que me molestaban. Por ejemplo el carácter del libro --más bien testimonial-- y la documentación de los anexos no eran muy compatibles. Parecía que la documentación era una justificación a lo demás, y no debía ser así; había que lograr que el libro se sostuviera por sí mismo y, de ser posible, deshacerse de la documentación, o ponerla en otra parte.
Hay un principio básico para que un texto funcione como tal: que toda la información que se requiere para entender el texto esté dentro del texto mismo. Eso vale para un tanto como para Moby Dick o La guerra y la paz. Así que me pasé un buen rato dándole coherencia al texto principal y recortando lo más posible los apéndices, y de modo que fueran sólo eso, apéndices, que pudieran leerse o no y que la lectura no fuera incompleta. Es decir: el libro ya era publicable, pero no me pareció suficiente motivo para... uh... publicarlo.
Había dos cosas más: España está muy lejos, y los libros llegan caros aquí, si llegan. Quería que el libro se publicara en El Salvador. Por otra parte, me di cuenta de que aún había demasiado apego emocional a muchas partes del texto, y así no funciona. Es otra premisa básica: si uno está aún apegado emocionalmente a un texto --así sea un poema de lo más conmovedor--, existen hartas posibilidades de que no funcione, no como uno quisiera. A desapegarse, pues.
En noviembre de 2005 ya estaba terminando Tiempos de locura, y tomé una decisión: muchos de los materiales, tesis, etcétera, del libro que estaba escribiendo los pasaría para allá. Además, me permitió --porque era necesario-- hablar extensamente del papel de Marcial y Ana María dentro del proceso político de la izquierda, y con eso podía quitarle al otro libro un poco de la densidad de datos. Publicado Tiempos de locura y agotadas dos ediciones, me puse a hacer los ajustes necesarios y llegué a algo: dejar el simple texto, con algunos documentos en el cuerpo del libro o como referencias, y obtener un libro lo más "limpio" que se pudiera.
La versión final es casi minimalista: sólo viene lo que debe venir, del modo en que debe venir, sin palabras de más o menos. Muy a la Occam: le explicación y la información mínima posible que explique lo más que se pueda. Hay detalles del sumario judicial que me pareció que no valía la pena poner, porque desviaba la atención hacia discusiones secundarias, y éstas hacia otras, y se hubiera perdido el hilo principal. Por ejemplo, según la autopsia, unas horas antes de su muerte Ana María había mantenido relaciones sexuales. Al principio pudo creerse que se trató de una violación. Se hizo un peritaje y se llegó a la persona con la que había estado, y el asunto podía tener repercusiones políticas muy fuertes, incluso para los motivos de su asesinato. Pero, lo siento, es algo que no tuve hígado para escribir. Hubo un momento en que sólo por ese hecho estuve a punto de desechar el libro; me dio una náusea moral de lo más fuerte, y es algo que no podía ni puedo superar. Dejé esa "ramificación" por la paz, porque no necesariamente contribuye a entender el todo --o eso quiero pensar--, y ya que venga otro a averiguar lo que pasó. No es mi intención meterme en chismes, o en cosas que parezcan chismes, y menos en la vida personal de le gente, viva o muerta.
La última-última versión, pues, tiene unas 130-140 cuartillas. Hay partes que casi no cambiaron desde que escribí la primera versión, y la estructura es la misma. Ha habido actualizaciones, y algunas de ellas se ponen con fecha y todo, para contrastarlas con el "texto madre".
Al final me gustó el libro. Logré, después de siete años, un buen distanciamiento emocional, y por lo tanto un mayor control sobre el texto. Todo lo que está allí es discutible, refutable, lo que se quiera. Pero hay pistas importantes que no se han publicado en otras partes, con las evidentes y esperables imprecisiones de algo tan cerrado y compartimentado, de lo que además no fui testigo de primera mano. Y allí estará el encanto del libro: que se discuta y que se desmienta o matice o complemente con los testimonios de otros. Yo, por mi parte, con su publicación termino un proceso que debía terminar, por el bien de mi salud mental y hasta física.
Por de pronto he recibido llamadas acerca de los tres artículos que aparecieron en El Mundo, sobre el tema, y que pueden hallarse apenas unos posts atrás. En orden cronológico, están aquí, aquí y aquí. Han sido positivas, con matices: está bien la información, alguna hay que verificarla con otras fuentes, en lo que estoy de acuerdo. La más interesante: ahora el asunto está muy "caliente" para muchos, pero hay datos que en algún momento los historiadores podrán investigar, y hará por dónde empezar. Y estoy seguro de que encontrarán muchas cosas. Esto es un primer paso, nada más, si descontamos los artículos de El Mundo, que son un resumen bastante escueto de lo que viene en el libro, y sin el carácter del libro. Por mi parte, con la publicación, es un asunto concluido para mí; los que lean el libro sabrán por qué.
Ya seguiré posteando otro día.

6 de mayo de 2008

Trece otra vez

Hoy me escribió Raúl Figueroa Sarti para avisarme que ya está listo Trece, impreso y a la venta (al menos en Guate; ya vendrá a El Salvador y se distribuirá por Amazon), con la foto de portada que siempre he querido y un bonito diseño, más los materiales de buena calidad y los acabados de edición excelentes que siempre acostumbra F&G Editores.
Es la tercera edición de Trece: la primera fue en México, la segunda en Francia (en la siempre acuciosa y creativa traducción de Thierry Davo) y ésta.
A ver cuándo alcanzo a verlo "en persona". Se supone que se presentará en la Feria del Libro de Guatemala, en julio o agosto próximo. Será un orgullo, porque al mismo tiempo se presentarán Los locos mueren de viejos, de Vanessa Núñez, y El sueño de Mariana, de Jorge Galán. Tres guanacos en un solo paquete y en la misma editorial, ni más ni menos. Si no calculo mal, debe estar por salir el de Jorge en estos días, o ya está impreso, y para junio viene el de Vanessa.
La página de Trece en F&G está en este link. Se puede bajar un fragmento en PDF.
Bueno, pues, el primer libro del año. Me dicen que el 19 entregan impreso ya Tiempos de locura, y para junio estará impreso el de Cayetano Carpio. Para septiembre, Un mundo en el que el cielo cae y cae, en Francia, y hay un par más en proyecto.
Emocionado... ¡Qué mas da! Emocionado... Emocionado... --César Vallejo.

5 de mayo de 2008

Mélanie Morand, Ana María y, sí, que se sepa y se discuta

Por fin me llegó el libro Memographies #9, de Mélanie Morand, que estaba esperando desde enero. Unas fotos de lo más extrañas, en blanco y negro --¡por supuesto!--, oscuras y bastante perturbadoras. Se pueden ver algunas en el sitio de Eclectik Lab, en este link. También pueden hallarse en el sitio de Mélanie, que tiene cosas interesantísimas, más concretamente en este link.
Entre otras características, las fotos están impresas sobre papel fotográfico de verdad. Lo que uno tiene en las manos no es sólo una reproducción de las fotos en forma del libro, sino las fotos en sí. Me explicó Mélanie que están lanzándolos de 20 en 20, esto es: venden 20 y, cuando se está acabando, imprimen 20 más. Espero que ya lleven muchos veintes; el libro es sensacional.

Por algún motivo, como ya lo he dicho por acá --también he dicho que la conocí en Lyon en octubre pasado--, Mélanie me pidió que escribiera una pequeña nota de presentación para el libro, y fue un gusto y un honor. La nota se puede leer aquí.
Como ella habla tanto español como yo francés, y como el otro idioma que maneja es el italiano y yo a lo mucho lo leo con problemas, nos comunicamos en inglés. Junto con el libro me mandó una cartita, y me llamó la atención que la haya escrito en la hoja arrancada de una revista. Hacía mucho que no veía eso, digamos desde hace unos treinta y tantos años. La prima Sonia --ahora vive en Chiquimula con familia y todo-- arrancaba hojas de revistas y allí me escribía cartas desde Guatemala (Guatemala), donde estudiaba primero medicina y después psicología, hasta San José (Costa Rica), donde vivía yo. No sé si haya tenido que ver con que fuera campeona intrercolegial --salvadoreña-- de natación en equipos; intuyo que no, porque Mélanie hace yoga. O habría que buscar la relación entre el yoga y la natación, o algo.
Gracias a Mélanie. Me estoy disfrutando el libro.


* * *

El faro anuncia en un podcast que se presentó el libro Mélida, un canto a la vida, que obviamente trata acerca de la comandante Ana María, asesinada en Managua el 6 de abril de 1983. Del crimen se culpó a Salvador Cayetano Carpio, Marcial, quien se suicidó el día 12 del mismo mes.
La semana pasada aparecieron en El mundo, y reproduje en este blog, tres notas acerca del caso, visto desde el punto de vista de la gente cercana a Marcial, y me dicen que el libro que escribí al respecto aparecerá para junio. Son las tres notas anteriores a este post, para quien no las haya leído.
Me parece excelente que por fin, aun desde puntos de vista diversos, e incluso contradictorios, el asunto empiece a salir a la luz, así sea 25 años más tarde. Es un hecho que partió la historia de la guerra en dos, y que determinó qué es ahora es el país, lo que pudo ser, lo que no fue, es decir: lo que de algún modo somos.
Me pareció interesante, también, que entre las reivindicaciones de Las Mélidas --que fueron quienes publicaron el libro-- esté la investigación del caso y, en suma, que hable la gente que estuvo involucrada.
El podcast se puede encontrar aquí, al menos durante esta semana. En enlace directo es éste, y el audio se puede descargar a la compu.